La vida es soñar
Por JtvLion
Tengo un amigo
que es la estampa viva del optimismo y la lealtad. Es un hombre normal, con sus
virtudes y defectos, responsable, digno, poseedor de un gran corazón y de un
inquebrantable deseo de vivir. Ha tenido sus altas y bajas. Sus días buenos y
malos. No es rico; nunca lo ha sido. Tampoco es pobre. Ha trabajado lo
suficiente como para garantizarse a si mismo y a su familia una vida decente y
moderada, sin excesos ni presunciones. Los que formamos parte de su círculo
siempre nos hemos contagiado con ese efecto conciliador producto de su
entusiasmo provocador: “…No todo es tan terrible como parece”, suele decir a
menudo.
Es candido,
servicial, generoso. Nunca en mi vida le he visto u oído negarle algo a nadie.
Muchas personas que conozco han sido objeto de su generosidad incondicional y
de la increíble certeza de poder contar con él. Ya sea un consejo, abrigo,
comprensión, solidaridad. Curiosamente, ha sido muy poco lo que ha podido aportar
digamos, económicamente, si bien es cierto no es necesariamente lo mas
importante, por cuanto ha sabido manejar situaciones de gran envergadura
sabiamente con mucho cuidado y cautela. Como dije antes no es una persona
pudiente y además no creo que importe mucho. Los que lo buscan, generalmente,
obtienen lo que desean y más que nada, conservan la satisfacción que provoca el
hecho de saber que puedes contar con el.
Les cuento todo
esto, para que tengan una idea de la clase de ser humano que es mi amigo. Un
hombre a carta cabal que no duda un instante en brindar el apoyo y la
perspicacia propias de una persona cuya esencia principal es, de una manera o
de otra, servir a los demás.
No obstante, la
vida de da sorpresas; sorpresas te da la vida. Hace no mucho tiempo atrás, me
lo encontré algo abstraído y desanimado, con una mirada distraída y en
ocasiones meditabunda que se ahogaba en la perplejidad y la incertidumbre. Muy
pocas veces –muy pocas- lo había visto tan desesperanzado y tan falto de
perspectiva a tal punto que no pude menos que preocuparme. Estaba pasando por
un mal momento; recientemente había perdido a su madre y lucia como extraviado.
A eso agréguenle que, estaba pasando por una situación financiera muy
preocupante y tensa de la que pudo salir airoso, después de todo, pero que le
acrecentaba la carga de mucha presión sobre sus hombros. ─”Lo que no te mata,
te hace más fuerte y al final… aprendes de ello”, eran sus palabras en aquel
entonces. Créanme, que al verlo en ese estado, se apodero de mí un sentimiento
de humanidad tan agudo, pero al mismo tiempo tan inusual que decidí que le ayudaría
en lo que pudiera –y aun en lo que no pudiera- con tal de verlo salir de aquel
oscuro capitulo de su vida.
Mi amigo siempre
fue un hombre de convicción a toda prueba. Es el tipo que defienden a capa y espada
lo que considera correcto pero que también reconoce humildemente cuando esta
equivocado. Posee el don de escuchar a los demás que es la dadiva de los
sabios. Es raro ver esa combinación, a propósito, en ocasiones paradójica, de sapiencia
y humildad –sabiduría sería la conjunción entre estas dos virtudes- en un
individuo determinado. Por regla general, son dos conceptos que se contradicen
entre si a la hora de establecer un prototipo común en los seres humanos y
desafortunadamente esa contradicción se ha convertido en un axioma cada vez mas
evidente.
Pero, perdonen. No
quisiera alejarme mucho de mi relato. Resulta que al verlo tan mustio y
marchito, con aquella tristeza a cuestas que le costaba el andar, le pregunte
que era lo que le estaba pasando y no me quedo mas remedio que quedar
completamente estupefacto cuando me dijo: ─ ¿Sabes que? Parece ser que hasta
que pierdes a tu madre encuentras el verdadero camino de la coherencia. Todo lo
que pasa a tu alrededor tiene que ver con la cercanía o la lejanía que hayas
experimentado en la relación que hayas tenido con tu mama, ─y agregó: “Como
eres con los demás, la manera en la que actúas en tu entorno, puede que tenga
que ver, directa o indirectamente con la relación que existe entre tu madre y
tú. Podrías reflejar todo un sentimiento maternal hacia tu prójimo o podrías
ser ni más ni menos como la gente ordinaria, con la única diferencia de que no
tratarías a tu semejante como a tus propios hijos.
Punto. Ese tipo
de divagaciones tiende a provocar reacciones ligeramente extravagantes, vamos,
seamos francos, pero te pone a pensar, viejo. ─“Los amigos, muchas veces, somos
como solemos ser los hijos… acuden a ti cuando te necesitan y cuando ya
resolvieron sus problemas, se alejan de ti. Los hijos, por fortuna y aunque no
siempre sucede así, sienten mas el apego que significa el hecho de llevar la
misma sangre. Pero, los amigos o por lo menos, aquellos que dicen ser tus
amigos, no”. Daba la impresión de que se estuviera quejando, pero no. Era evidente que algún otro asunto era lo que
estaba causando que no se sintiera cómodo. Yo que lo conozco lo suficiente como
para percatarme de que su habitualmente constante y vibrante entusiasmo se
estaba yendo al infierno, tuve una pizca de decepción, pues me daba cuenta de
que aquel hombre era totalmente diferente al que yo conocía, pero ya una vez
caído en cuenta, me percate de que si, de que tal vez tenia cierta razón.
Sucede que la
vida es eso. Un campo de batalla donde ganas y pierdes o no participas, pero
que de una forma u otra dejas un huella perdurable o no. Aunque no deja de ser
muy injusto. La huella que si ha dejado mi amigo en mí y en muchos otros ha
sido en cierta forma una guía a lo largo del complejo camino que tenemos por
delante. Pero una guía que –estoy seguro- pocos han sabido apreciar. Duele
mucho, créanme que así es, perder a un ser muy querido e intentar o buscar compartir
la carga de esa pena para hacerla menos pesada y que ese día, ni los otros
días, ni los siguientes, ni los que vinieron después, no hubiera una sola señal
de solidaridad o condolencia por parte de aquellos que tu creías que eran tus
“amigos”. Me dio tanta indignación comprobar ─claro, yo no soy él- cuanta injusticia hay en la superficialidad
del corazón de los demás y cuanta frivolidad puede albergarse en el alma
egoísta de todos aquellos a los que una vez ayudó, o les tendió una mano, o les
ofreció su apoyo y consejo y que a larga no han hecho mas que sentirse apáticos
y displicentes al ignorar la mano que
una vez les dio de comer o el hombro que les sirvió de alivio y al mismo tiempo
me embargó un sentimiento de tanto desasosiego a causa de las todas esas
trivialidades con las que pretenden aquellos esconder tanta puerilidad, que
entendí que debía publicarlas.
Pero, lo mas
sorprendente de todo es que, después de aquella novedad, no paso realmente
mucho tiempo en que volví a ver a mi amigo nuevamente lleno de brios, nuevas
energías y ganas de seguir adelante: “Todo en la vida tiene una razón de ser, ─me
dijo en aquel entonces. De las cosas buenas, bueno, pues regocíjate en ellas,
mientras que de las cosas malas, aun cuando sea inevitable que te afecte
espiritualmente, o física o sentimentalmente, halla entonces el lado bueno
donde puedas regocijarte también, pues la vida es corta y realmente no cuentas
con mucho tiempo para estarte lamentando.” Cuando miras a tu alrededor sientes
que tienes a tu esposa, tus hijos, a tu familia, o a los pocos amigos que si
estuvieron contigo para apoyarte, pero mas importante que todo: te tienes a ti
mismo. Tú eres tu propio motor y tu propio juez. Deja que los demás hagan su
vida como decidan ellos que es mejor para ellos, pues de cualquier manera la
satisfacción de haber sido útil en alguna ocasiones y de haberles servido a tus
semejantes en el momento que mas lo requerían es algo que nadie te puede robar
porque te pertenece por entero.”
“Hoy te caes y
mas tarde te levantas. Puedes creer que tu problema es el más grande de todos,
pero te das cuenta de que otros tienen aun peores problemas que los tuyos y
aprenden a sobrellevar el curso de sus vidas con dignidad y apostura. Que no
puedas pintar la Capilla Sixtina, no significa que no puedas alimentar y
expresar tu arte de una manera diferente. La vida es soñar, si, pero es también
hacer que tus sueños se cumplan… o al menos, una parte de ellos. ¿La verdad? A
veces tu vida se decide en un momento único y trascendental que puede cambiarlo
todo como lo habías visto hasta entonces…y tienes que estar preparado para
ello.
Y tiene razón.
Por primera vez en mucho tiempo volví a ver a mi amigo sonreír como lo ha
estado haciendo toda su vida. Una mezcla de complicidad y complacencia en su sonrisa
que realmente llega a ser contagiosa. Verdaderamente el tiene una capacidad
increíble para superar la adversidad como pocas veces lo había visto antes.
Yo lo veo de esta manera: El sabe que ha
hecho bien. El sabe que ha cumplido, no precisamente con los demás, sino
consigo mismo. El sabe que la satisfacción de servir al prójimo es una de las
más compensadoras posible en la vida de una persona. Pero mas que nada, el sabe
a ciencia cierta, que en la forma que el ha servido a los otros, aun si lo ha sido
imperceptiblemente, ha marcado una pauta en la vida de los demás. Su huella
esta ahí y eso le hace sentirse complacido. No necesita ser rico o pobre, o estar
enamorado o no, o tener un buen empleo o
no tenerlo, o haber logrado todo en la vida, o poco, o nada. No necesita ser un
genio, o un sabio, o un necio o un tonto. Solo necesita ser uno mismo. Amar su
propia esencia y autoestima. Y eso, afortunadamente para todos los que lo conocemos, no va
a cambiar.
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