El agua: La guerra del siglo XXI


 Por JtvLion.





A finales del siglo pasado el mundo entró en una nueva etapa de confrontación o una nueva guerra por el control de los recursos naturales. Ya no es solamente el carácter político-militar, ni se confronta abiertamente a un enemigo específico, sino que se busca apropiarse de los recursos estratégicos y necesarios para el desarrollo y expansión del capitalismo. Las guerras por el petróleo, el agua, la tierra, la atmósfera,  son la verdadera cara de la globalización económica. La colocación de este conflicto apunta específicamente hacia todo aquello que se opone o se resiste a la privatización, lo cual ya de por si, supera los límites de lo razonable y justo.

Pero, el mayor
 problema de todos no son ni los recursos naturales, ni lo es la gente, sino la codicia y voracidad de las grandes corporaciones empresariales y las asociaciones entre éstas y los estados con el fin de despojar de las fuentes de riqueza a los pueblos y violar sus derechos fundamentales de vida.

En los últimos tiempos, las grandes corporaciones han pasado a controlar el agua en gran parte del planeta de tal manera que se especula que en los próximos años, unas pocas compañías privadas poseerán el monopolio de casi el ¡75%! de esta fuente vital para la vida en el planeta. Los gobiernos del mundo ya sea de  los de países desarrollados o subdesarrollados están desviando su responsabilidad de protección de los recursos naturales a favor de las grandes compañías, porque insisten en que esto mejoraría la provisión del producto. Si, eso es lo que dicen ellos. Pero, la verdad es que el embotellamiento del agua ya es un negocio que supera en ganancias, a la industria farmacéutica, por solo citar un ejemplo.

Los EE.UU. sostienen una teoría en la cual intentan priorizar las relaciones y control en zonas donde las riquezas naturales abundan y que les permita asegurar su funcionamiento como modelo capitalista y base de la industrialización. Como es de suponer, Estados Unidos va a la vanguardia de esta propensión como el principal protagonista de esta nueva guerra por cuanto requieren más del 30% de la energía consumida por la humanidad, lo que hace que la tendencia industrial capitalista día tras día sea el incremento escalonado del consumo de energía, o dicho de otra manera, la apropiación de los recursos naturales en las naciones subdesarrolladas.


Si tomamos en cuenta que las grandes potencias quieren dominar a las naciones pobres de Asia, África y America Latina, donde se concentra una buena parte riquezas naturales y estratégicas que aquellos pretenden controlar, podríamos de cierta forma justificar las acciones beligerantes que tienen lugar en esos países. El petróleo es una fuente inagotable de conflictos que van y vienen, sin ninguna razón aparente, o en el peor de los casos, convincente. Los precios ondulan de un lado a otro, disparándose incontrolablemente y donde al final los ganadores siempre son las grandes transnacionales.

Pero,
el agua brota como el mayor conflicto geopolítico del siglo XXI y ya que se calcula que para el año 2025, la demanda de este elemento tan necesario para la vida humana será un 56% superior al suministro actual lo cual podría traducirse en una confrontación que enfrentaría a que quienes posean agua versus los que no la posean. Se supone que para los 6.250 millones de habitantes a los que hemos llegado para esa fecha, se necesitaría ya un 20% más de agua de la que disponemos.

Debemos destacar la forma que operaria este escenario de la confrontación. Según los conocedores de la materia, no interesaría el territorio, mas bien el recurso, ya sea mineral, hídrico y/o humano o poblacional, para desestabilizar al enemigo, de manera que esta nueva guerra requiere de alianzas, no porque el poderío militar de los países desarrollados esté en decadencia, sino porque en el control de la energía están implicados varios estados que son parte del dominio imperial. Europa y Asia que no cuentan con recursos estratégicos importantes; EE.UU. cuenta con ellos de manera limitada. El Medio Oriente posee en la zona del mar Caspio, una gran concentración de recursos naturales, al igual que América Latina. De ahí que en estas regiones que poseen las fuentes de riquezas, los conflictos estarán a la orden del día y los provocadores serán las alianzas de las grandes potencias. Estas alianzas son pieza fundamental en la medida que la sociedad industrial acelera su desarrollo y cada incremento tecnológico abre una válvula más al consumo. El agua, sustento de la vida, es la prioridad numero uno. El preciado líquido es uno de los recursos que aparece como botín de la nueva guerra y presenta un cuadro desalentador. Los cálculos de las Naciones Unidas indican que en el 2025, la reserva potable de agua dulce apta para consumo humano será de 3% del total existente. Unos 2.500 millones de personas no tendrán en ese momento acceso al agua potable ni a los servicios sanitarios. Y la mayor parte de ese 3% está en los glaciares y casquetes polares, de los que el volumen accesible es de 12 mil kilómetros cúbicos y la humanidad consume la mitad de ellos. Para los próximos años se pronostica un consumo de 100% y la escasez se asoma como nueva amenaza. Este recurso por su naturaleza recorre muchos tramos de territorios, lo que permite sea compartido por varias naciones. Al ejercer el control para garantizar el abastecimiento, se vislumbran conflictos por el agua que ya se observan en varios lugares del mundo.

Mientras poblaciones enteras no tienen acceso a la salubridad, grandes corporaciones venden agua pura embotellada para subsanar el mal. Entre 1970, 2000 y 2009, la venta del agua en cualquier forma creció enormemente. Por ejemplo, en 1970 se vendieron en el mundo alrededor de mil millones de litros. Entre el año 2000 y el 2009 se vendieron aproximadamente 3,470 millones de litros de agua. Casi nada, ¿verdad?

El problema se halla en que si bien el agua es un recurso que se da por sentado en muchos lugares, la realidad es que esta muy escaso para los 1.100 millones de personas que carecen de acceso al agua potable, a las que habría que sumar otros 2.400 millones de personas que no tienen acceso a un saneamiento adecuado. Más de 2.200 millones de habitantes de los países subdesarrollados, la mayoría niños, mueren todos los años de enfermedades asociadas con la falta de agua potable, saneamiento adecuado e higiene. Además, casi la mitad de los habitantes de los países en desarrollo sufren enfermedades provocadas, directa o indirectamente, por el consumo de agua o alimentos contaminados, o por los organismos causantes de enfermedades que se desarrollan en el agua. Con suministros suficientes de agua potable y saneamiento adecuado, la incidencia de algunas enfermedades y la muerte podrían reducirse hasta un 75 por ciento. En algunas zonas, la extracción del agua ha tenido consecuencias devastadoras en el ambiente. La capa freática de muchas regiones de la Tierra se ha estado reduciendo constantemente y algunos ríos, como el Colorado en los Estados Unidos y el Amarillo en China, se secan con frecuencia antes de llegar al mar

El alcance del problema del agua no sólo apunta al bolsillo de cualquier consumidor, sino que es una estocada al estómago del fundamentalismo de mercado imperante en la aldea global, por lo cual todo tiene precio y con mayor razón lo que es escaso. La revista Fortune expresó: El agua será en el siglo XXI lo que fue el petróleo para el siglo XX, el bien precioso que determinara la riqueza de las naciones. Sin embargo, 160 gobiernos reunidos en La Haya -Holanda- en el año 2000 acordaron definir el agua como un derecho inalienable del hombre y no como una necesidad. Este derecho no se compra ni se vende.

De modo que, a todo lo anteriormente expuesto se impone una fuerte disyuntiva en tiempos en que el cambio climático afecta la supervivencia humana, ¿será apropiado proteger el ecosistema y permitir el desarrollo en una zona, donde la naturaleza y hombres vivan en perfecta armonía? Las compañías madereras, mineros y explotadores de bauxita, aluminio, metales preciosos, oro, cobre van en busca de sus metas ignorando la necesidad de mantener el equilibrio ecológico y minimizan la cuantía de los perjuicios que ocasionas sus practicas.

Paradójicamente, el hombre, en busca de desarrollo y fuentes energéticas alternativas desplazan a su similar llevándose su patrimonio e identidad (sin olvidar el impacto en la vida animal y vegetal) y provocan la emigración de pueblos y aldeas completas junto a colonias enteras de especies animales que emigran en busca de recursos vitales con los que subsistir. Sumemos la expansión de los buscadores de oro y diamante quienes prueban fortuna robando en zonas que antes eran respetadas. No obstante, si aquellos encargados de mantener el delicado equilibrio de nuestro ecosistema no asumen la urgente necesidad y se responsabilizan conscientemente asumiendo el papel que les corresponde para encontrar la forma adecuada de mantener los modos de vida en perfecta simbiosis con las leyes de la naturaleza les toca entonces a los pueblos tomar sus propias decisiones por el bien propio y de nuestro planeta.

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