Mexico: El grito de Dolores
Por JtvLion:
«México tenía
mujeres y hombres valerosos que no eran muchos, pero valían por muchos: media
docena de hombres y una mujer preparaban el modo de hacer libre a su país. Eran
unos cuantos jóvenes valientes, el esposo de una mujer liberal, y un cura de
pueblo que quería mucho a los indios, un cura de sesenta años».
Miguel Hidalgo y Costilla |
«Desde niño fue
el cura Hidalgo de la raza buena, de los que quieren saber. Los que no
quieren saber son de la raza mala. Hidalgo
sabía francés, que entonces era cosa de mérito, porque lo sabían pocos. Leyó
los libros de los filósofos del siglo XXIII, que explicaron el derecho del
hombre ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía. Vio a los negros
esclavos, y se llenó de horror. Vio maltratar a los indios, que son tan mansos
y generosos, y se sentó entre ellos como un hermano viejo, a enseñarles las
artes finas que el indio aprende bien: la música, que consuela; la cría del
gusano, que da la seda; la cría de la abeja, que da la miel y la cera. Tenía
fuego en sí mismo, y le gustaba fabricar: creó hornos para cocer los ladrillos.
Le veían lucir mucho de cuando en cuando los ojos verdes. Todos decían que
hablaba muy bien, que sabía mucho de cosas nuevas, que daba muchas limosnas el
señor cura del pueblo de Dolores. Decían que iba a la ciudad de Querétaro, una
que otra vez, a hablar con unos cuantos valientes y con el marido de una buena
señora. Un traidor le dijo a un comandante español que los hombres de Querétaro
trataban de hacer a México libre. El cura montó a caballo, con todo su pueblo,
que lo quería como a su corazón; se le fueron juntando los caporales y los
sirvientes de las haciendas, que eran la caballería; los indios iban a pie, con
palos y flechas, o con hondas y lanzas. Se le unió un regimiento y tomó un
convoy de pólvora que iba para los españoles. Entró triunfante en Celaya, con
músicas y vivas».
«Al otro día
juntó el Ayuntamiento y lo hicieron general, y empezó un pueblo a nacer. El
fabricó lanzas y granadas de mano. El dijo discursos que dan calor y echan chispas,
como decía un caporal de las haciendas. El declaró libres a los negros. El les devolvió sus tierras a los indios.
El publicó un periódico que llamó El
Despertador Americano. Ganó y perdió batallas. Un día se le juntaban siete
mil indios con flechas, y al otro día lo dejaban solo. La mala gente quería ir
con él para robar en los pueblos y para vengarse de los españoles. El les
avisaba a los jefes españoles que si los vencía en la batalla que les daría los
recibiría en su casa como amigos. ¡Eso es ser grande! Se atrevió a ser
magnánimo, sin miedo a que lo abandonase la soldadesca, que en el fondo quería
que fuese cruel. Su compañero Allende tuvo celos de él y él, entonces, le cedió
el mando a Allende. Iban juntos buscando amparo en su derrota cuando los españoles
les cayeron encima. A Hidalgo le quitaron uno a uno, como para ofenderlo, los
vestidos de sacerdote. Lo sacaron detrás de una tapia y le dispararon los tiros
de muerte a la cabeza. Cayó vivo, revuelto en la sangre y en el suelo lo
acabaron de matar. Le cortaron la cabeza y la colgaron en una jaula. En la
Alhóndiga misma de Granaditas, donde tuvo su gobierno. Enterraron los cadáveres
descabezados. Pero México es libre».
Siempre me gustó
la forma tan sencilla y natural en que narró José Marti, en su artículo “Tres Héroes”,
de la revista que él fundó La Edad de Oro,
el inicio de la gesta patriótica conque se iniciaron las Guerras de
Independencia de México, aquel día del 16 de Septiembre de 1810, en la
parroquia de Dolores. Con su estilo asequible
y campechano dibujó magistralmente la historia del inicio de aquella fecha en
una manera que aun hoy, es recordada por muchos.
El Grito de
Dolores es considerado el acto con que se inicia la guerra de Independencia
de México; según la tradición, consistió en el llamado que el cura Miguel
Hidalgo y Costilla (en compañía de Ignacio Allende y Juan
Aldama) hizo a sus feligreses con el fin de que desconocieran y se sublevaran
en contra de la autoridad virreinal de la Nueva España en la mañana
del 16 de septiembre de 1810, para lo cual tañó una de
las campanas de la parroquia de Dolores.
Se considera que
este acto constituye el inicio formal de la Guerra de Independencia mexicana.
La parroquia de Dolores, en Hidalgo, Guanajuato. |
A través de los
más de doscientos años de independencia mexicana, cabe mencionar que para esta
ceremonia el presidente tañe el Esquilón
de San José, la campana de la parroquia de Dolores que, según la
tradición, Hidalgo utilizó para hacer el llamado de 1810.
Es costumbre que
los presidentes de la República den el Grito correspondiente a su quinto año de
gobierno en Dolores, Hidalgo, en el estado de Guanajuato. Todos los
mandatarios, a partir de Lázaro Cárdenas, han cumplido con esa costumbre, a
excepción de Carlos Salinas, quien lo hizo en su sexto año, y Ernesto
Zedillo, quien presidió la ceremonia en Palacio Nacional durante su sexenio. El
único que ha dado el Grito en los dos sitios ha sido el presidente Felipe
Calderón, quien en 2010, por los festejos del Bicentenario, dio el Grito la noche del 15 de septiembre en
el Zócalo capitalino, y durante la madrugada del día 16 se trasladó a Dolores,
donde repitió la ceremonia a las seis de la mañana.
La fecha mayor del calendario
cívico mexicano, se realiza en medio de un ambiente solemne apegado a las
disposiciones legales sobre el uso de los símbolos nacionales, basado en una
férrea tradición que se ha afianzado con el paso de las décadas. En la mayoría
de las ciudades se hacen celebraciones cívicas realizando honores a la bandera.
Por las principales calles de las ciudades se organiza un desfile en el que
marchan los niños de las diferentes escuelas, y otros representan los hechos
ocurridos el 16 de septiembre de 1810.
Por la tarde continúa la fiesta,
ya que se realizan "verbenas populares" en las plazas principales, en
esta se venden platillos mexicanos como pozole, enchiladas, tamales, buñuelos,
atole, etc. Y todo esto se ameniza con bailes folklóricos, música de mariachi o
banda.
Sin embargo, la
desorganización, las rivalidades, las luchas internas, el narcotráfico, los
hechos de sangre que se suceden casi a diario y que no son noticias nuevas, han mantenido de alguna manera la nación secuestrada.
México, que estaba predestinado seguramente a ser una gran nación, sin esa
pobreza y violencia que la han puesto en el ojo de huracán, en la que la mantienen
sumida quienes gobiernan, aun lucha por su reivindicación. Porque no darle al
pueblo el bienestar de esa tierra a la que han saqueado siempre, empezando por
el extranjero que se robó parte de sus recursos y riqueza, traicionando la amistad
que los nativos le ofrecían y pensar en el beneficio personal solamente, es
traicionar los ideales de quienes lucharon y ofrendaron su vida por una tierra
libre para convertirla en un proyecto de nación, pujante, que fuera el ejemplo
ante el mundo entero.
La bandera tricolor mexicana |
Pero, a pesar de todo, en estas fechas septembrinas se acentúa en los mexicanos
el orgullo de ver su bandera ondear majestuosa. Esa bandera, considerada por
ellos la más bella del mundo es su inquebrantable orgullo, como lo son los Símbolos Patrios que les otorgan su identidad.
Cuánta emoción les da el ver la bandera tricolor ondear en lo alto; el orgullo
de ser mexicanos hace palpitar sus corazones aceleradamente ante la felicidad
que les embarga cuando sus compatriotas, atletas, estudiantes, profesionales, obreros
y ciudadanos obtienen crédito para México en el mundo entero.
Cuánto orgullo
les da el conocer, que a pesar de las limitaciones -ya sea económicas o
físicas- los mexicanos realizan su mejor esfuerzo para destacar, para vencer
los obstáculos que se les presentan. Ese es el México que todos quieren, incluso
en otras partes del mundo y sin tener que haber nacido mexicanos; el México
vencedor, el México puesto de pie, el México que es defendido por sus hijos, en
todos los aspectos de la vida cotidiana.
El México que es
de todos los mexicanos, ya sean nacidos en esta tierra o adoptados ¡Qué más da!
Al fin y al cabo todos desean su prosperidad y bienestar.
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