San Valentín y otras historias


Por Jorge Lion:


Valentino y Julia
Existen varias teorías sobre la historia del Día de San Valentín. Algunos afirman que los orígenes se encuentran en San Valentín, un romano que se convirtió en mártir por negar a renunciar su fe cristiana, y por intentar ayudar escapar a los cristianos de las cárceles de los romanos, y que murió el día 14 de febrero, 269 A.D.

Según otros relatos históricos, San Valentín habría servido como cura en el templo durante el reino de Claudio III cuando el Emperador decidió que los hombres jóvenes debían todos ser soldados, y prohibió el matrimonio. Valentín se daría cuenta de la injusticia del decreto y seguiría dirigiendo el rito de matrimonio para parejas jóvenes en secreto hasta que sería descubierto por Claudio quién le encarcelaría por desafío.

Pero, la que se considera mas cercana al origen del día de San Valentín o, al menos, la que mas cuota sentimental y ternura lleva en si misma, comienza alrededor del siglo III con un tirano emperador romano, Claudio III y un humilde mártir cristiano, Valentino. El emperador Claudio había ordenado a todos los cristianos adorar a doce dioses, y había declarado que asociarse con cristianos era un crimen castigado con la pena de muerte.

Valentino, que se había dedicado a los ideales de Cristo y ni siquiera las amenazas de muerte le detenían de practicar sus creencias, entonces fue arrestado y enviado a prisión.

Durante las últimas semanas de su vida, algo impresionante sucedió. El carcelero, habiendo visto que Valentino era un hombre de letras, pidió permiso para traer a su hija, Julia, a recibir lecciones de Valentino. Julia, quien había sido ciega desde su nacimiento, era una joven extraordinariamente hermosa y de mente muy ágil. Valentino le leyó cuentos de la historia romana, le enseñó aritmética y le habló de Dios. Ella vio el mundo a través de los ojos de Valentino, confió en su sabiduría y encontró apoyo en su tranquila fortaleza.

Julia le preguntó un día, -« ¿Valentino, es verdad que Dios escucha nuestras oraciones?»

-«Si, mi niña. El escucha todas y cada una de nuestra oraciones», le respondió Valentino.

-« ¿Sabes lo que le pido a Dios cada noche y cada mañana? Yo rezo porque pueda ver con mis propios ojos algún día. ¡Tengo grandes deseos de ver todo lo que me has contado!»

-«Dios siempre hace lo mejor para nosotros, si creemos en El», respondió Valentino.

 -«Oh, Valentino, yo si creo en Dios», dijo Julia con mucha intensidad. «Yo creo». Ella se arrodilló y apretó la mano de Valentino. Se sentaron juntos, cada uno en oración. De pronto, una luz brillante iluminó la celda de la prisión. Radiante, Julia exclamó, «Valentino, puedo ver… ¡puedo ver!»

-¡Gloria a Dios!" exclamó Valentino.

En la víspera de su muerte, Valentino le escribió una última carta a Julia pidiéndole que se mantuviera cerca de Dios y la firmó "De Tu Valentino". Valentino fue ejecutado el día siguiente, el 14 de febrero del año 270, cerca de una puerta que más tarde fuera nombrada Puerta de Valentino para honrar su memoria. En el 496, el Papa Gelasio I nombró a ese día como el de San Valentín. Fue enterrado en la que es hoy la Iglesia de Práxedes, en Roma. Cuenta la leyenda que Julia plantó un almendro de flores rosadas junto a su tumba. Hoy, el árbol de almendras es un símbolo de amor y amistad duraderos.

Otra historia relata que San Valentín fue sacrificado porque se dedicó a casar parejas aun cuando el emperador lo había prohibido. Al parecer, el dirigente romano tenía la creencia de que los soldados casados no eran tan buenos y eficientes como los solteros.

Eros y Psique


Eros y Psique
En la mitología griega, el dios del amor, Eros, hijo de Zeus y Afrodita, representa la fuerza atractiva, que agrega y combina los elementos, la fuerza creadora que anima al mundo, y por consiguiente, la pasión amorosa. 


Un rey de la antigua Hélade tenía tres hijas, siendo la más pequeña Psique -que significa alma o mente- la más hermosa de ellas. Tan exquisita y portentosa era, que las gentes acudían en masa para admirarla e incluso adorarla. Celosa, indignada y corroída por la envidia, la diosa Afrodita ordenó a su hijo Eros que la hiciera enamorarse, como castigo, del mas despreciable y feo de los hombres.

Pero, no obstante, sucedió lo que nunca pudiera imaginar la diosa: en cuanto su hijo vio a Psique quedó tan locamente enamorado de ella que, guardándola para sí mismo, la hizo transportar por el Céfiro a un delicioso y oculto lugar. Y allí, sin ser visto, la visitaba todas las noches, desapareciendo misteriosamente en cuanto apuntaba el alba.

El oráculo de Apolo, consultado por el rey sobre la suerte de su hija Psique, dijo que tendría por esposo un monstruo feroz, amante de atormentar a los dioses y aun a los mismos hombres.

También las hermanas de Psique, por envidia, le hicieron creer que aquel amante que la visitaba todas las noches y la dejaba al llegar el alba, era un monstruo horroroso, y por esto tenía empeño en que no la viera.

Entretanto, la princesa vivía en un magnífico palacio levantado en el bosque, donde la servían misteriosamente, sin que ella viese a los servidores ni al esposo que se le unía durante la noche.

Un buen día, llegaron al palacio las envidiosas hermanas de Psique y tras recordarle la predicción del oráculo, le aconsejaron:

-« ¿Por qué no ves una noche a tu esposo? A lo mejor es una serpiente espantosa».

Psique en el jardin de Eros

Psique estaba plenamente consciente de que ella no podia saber que Eros es un dios, por lo que la única condición que él le pone es que ella nunca le pregunte quién es o de dónde viene.

Empero, quiso la hermosa joven, por desgracia suya, cerciorarse de lo que podía ser una horrible realidad, y provista de una lámpara, se acercó a Eros mientras éste dormía despreocupadamente. Es en aquel instante que Psique descubrió con agradable asombro que aquel amante tan secreto era nada menos que el más hermoso de todos los dioses.


La fatalidad hizo que de la lámpara cayese una gota de aceite caliente sobre la espalda desnuda del bello Eros y, al quemarle, se despertara el bello dios.

Enojado Eros en extremo, porque en varias ocasiones le había advertido a su amada que nunca tratara de saber quién era, so pena de perderlo para siempre, se levantó del lecho y, tras reprender a la joven por su desobediencia y peligrosa curiosidad, desapareció para no volver.

Tal abandono sumió a Psique en la más grande desesperación hasta el punto de intentar suicidarse arrojándose a un río desde un despeñadero. Y si no lo logró fue porque el oculto poder del mismo Eros frustró sus intentos. En efecto, las aguas no la admitieron y rechazaron su cuerpo a la superficie.


Pan, el dios de la fertilidad y la sexualidad masculina, en una aparición momentánea, le dijo entonces:

-«Psique, tu única ocupación debe ser aplacar a tu esposo Eros».

Al fin, se decidió la joven a ir errante de templo en templo buscando a su querido esposo, pero antes se vengó de sus envidiosas hermanas haciéndolas morir, despeñadas en el mismo río donde ella trató de quitarse la vida.

Desconsolada, Psique lo busca en todas partes hasta que, finalmente, llega al palacio de Afrodita, quien le dice que la única forma de recuperarlo es descender al reino de Hades y pedirle una pócima de belleza. Psique, ya desesperada, creía que no encontraría a Eros, cuando un buen día halló, en cambio, a la misma Afrodita, que se apoderó de la hermosa joven, la hizo esclava y la obligó cruelmente a realizar los más humillantes trabajos. Por si fuera poco, Afrodita ordenaba también a la infeliz princesa las más espeluznantes empresas en las que corría el riesgo de ser devorada por furiosos dragones y otros monstruos animales, como hubiera ocurrido sin la siempre oculta ayuda y protección de Eros, que seguía amándola y protegiéndola en secreto.

-«Eros, ¡ayúdame, por favor!»

Un día, Afrodita le ordenó a Psique que descendiese a los infiernos y pidiera a Perséfone una caja que contuviera una de sus gracias para renovar alguno de los atractivos de la diosa celeste de la belleza, marchitados por el sufrimiento.

Una voz misteriosa sacó de su tribulación a la princesa, explicándole lo que debía hacer. Psique, animada, se dirigió al infierno, llevando en las manos dos tortas y en la boca dos monedas, que dio al guardián Cancerbero y al barquero Caronte.

Llevada a la presencia de Perséfone, rehusó al festín a que la convidaba, sentándose en el suelo y comiendo un tipo de pan moreno. Entonces recibió de la reina infernal la caja cerrada que pedía Afrodita.

Una vez fuera de los infiernos, Psique tuvo esa pasmosa curiosidad inherente a las mujeres y abrió la caja. Un vapor soporífero la hizo caer en tierra aletargada e inmóvil, provocándole la muerte. Eros, quien la observaba todo el tiempo, la ve morir. Al no poder resistir más, baja a la tierra y la rescata. Como es un dios, la despierta y ella pudo entregar la caja a Afrodita.

Finalmente, el dios Eros no quiso soportar más tanta maldad por parte de su propia madre, Afrodita, y presentándose a Zeus, le pidió:

-«Señor, os ruego que convoquéis a todos los dioses para juzgar el caso excepcional de Psique».

Los dioses se reunieron y dictaron un fallo que favoreció a ambos. Se le concedió a la infeliz princesa el don de la divinidad, siendo convertida en una diosa más y Hermes la llevó al Olimpo. Ya en el hogar de los dioses, Zeus casó a Psique solemnemente con Eros y en la boda, la misma Afrodita, reconciliada con la joven, tomó parte en las danzas con que se celebró la fiesta en la mansión de los inmortales.

Apolo y Dafne


Apolo, después de Zeus y junto con Atenea, era el dios griego más importante. Su relevancia fue incuestionable estando presente, desde los oráculos de Delfos, hasta la simbología del dios sol. Es además, el dios de la música. Además, Apolo era un gran cazador. Una vez quiso matar a la temible serpiente Pitón que se escondía en el monte Párnaso. Habiéndola herido con sus flechas, siguió a la moribunda mientras huía hacía el templo de Delfos. Allí acabó con ella mediante varios disparos de sus flechas.

Delfos era un lugar sagrado donde se pronunciaban los oráculos de la Madre Tierra. Hasta los dioses consultaban el oráculo y se sintieron ofendidos de que allí se hubiera cometido un asesinato. Querían que Apolo reparase de algún modo lo que había hecho, pero Apolo reclamó Delfos para sí. Se apoderó del oráculo y fundó unos juegos anuales que debían celebrarse en un gran anfiteatro, en la colina que había junto al templo.

Apolo persiguiendo a Dafne
Orgulloso Apolo de la victoria conseguida sobre la serpiente Pitón, se atrevió a burlarse del dios Eros por llevar arco y flechas siendo tan niño:

-« ¿Qué haces, joven afeminado -le dijo-, con esas armas»? «Sólo mis hombros son dignos de llevarlas. Acabo de matar a la serpiente Pitón, cuyo enorme cuerpo cubría muchas yugadas de tierra. Confórmate con que tus flechas hieran a gente enamoradiza y no quieras competir conmigo».

Muy enojado por la afrenta, Eros se juro vengarse de la arrogancia del dios y antes que Apolo pudiera evitarlo le disparó una flecha de oro, que le hizo enamorarse locamente de la ninfa Dafne. Pero, como todo un dios de las más absurdas picardías y sabiendo exactamente lo quería que sucediera, le disparó a Dafne otra flecha, esta de plomo, que le hizo odiar cualquier amor y especialmente el de Apolo. Dafne, que era una ninfa cazadora, estaba consagrada a Artemisa, y por lo tanto, rechazaba cualquier tipo de amor masculino, y, por supuesto, no quería casarse.

De tal modo, el enamorado Apolo comenzó a perseguir a Dafne en una carrera desenfrenada, mientras, ella huía de él. Poco a poco, Apolo fue reduciendo distancias y justo cuando estaba a punto de darle alcance, Dafne, ya completamente exhausta, le pide ayuda a su padre, el río Peneo de Tesalia:
-« ¡Padre mío! si es verdad que tus aguas tienen el privilegio de la divinidad, ven en mi auxilio. O tú, tierra ¡trágame!... porque ya no veo cuán funesta es mi hermosura…»

Apenas había concluido la súplica, cuando todos sus miembros se le entorpecen: sus entrañas se cubren de una tierna corteza, los cabellos se convierten en hojas, los brazos en ramas, los pies, que eran antes tan ligeros, se transforman en retorcidas raíces, ocupa finalmente el rostro hacia la altura y sólo queda en ella la belleza. Había quedado convertida en un laurel.

Este nuevo árbol es, no obstante, el objeto del amor de Apolo, y cuando el hermoso dios pone su mano derecha en el tronco, advierte que aún palpita el corazón de su amada dentro de la nueva corteza. Abrazando las ramas con extremo cariño, le da un beso al árbol que pareciera como si quisiera rechazar los besos. Finalmente, le dice:

-«Pues… como ya veo que no podrás ser mi esposa, te juro que serás, al menos, un árbol consagrado a mi deidad. Mis cabellos, mi lira y aljaba se adornarán de laureles. Te prometo que tú ceñirás las sienes de los alegres y temerarios vencedores cuando el alborozo anuncie su triunfo y suban al capitolio con los despojos que hayan ganado a sus enemigos»…

Y continuó:

«Serás fidelísima guardiana de las puertas de todos los emperadores, cubriendo con tus ramas la encina que está en medio, y así como mis cabellos se conservan en su estado juvenil, te digo que tus hojas permanecerán siempre verdes».

Dafne y Apolo, de Bernini

Como consecuencia de este lance, el laurel es la planta dedicada a Apolo, en recuerdo de su amor por Dafne. Una corona de laurel era el premio que recibían los ganadores del concurso Pítico. Todavía en la actualidad se le considera a una corona hecha con hojas de laurel el premio consagrado a los vencedores.


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